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Así en la tierra como en el cielo

Los Bosques (2)

Los Bosques (2)

          En todos los bosques míticos hay una laguna mágica de aguas limpias y profundas, una laguna que esconde en su interior todos los misterios que han sido desde que el hombre aprendió a imaginar y a contar cuentos. Allí viven sirenas de agua dulce, ninfas y dioses menores que protegen la naturaleza del terror devastador de los humanos ignorantes que no saben soñar y que jamás descubrirán estos lugares porque no son para ellos, solo son para aquellos que, como nosotros, sabemos ver con otros ojos y sentir con otro corazón. 

        Nos sentamos junto al lago, bajo los sauces llorones cuyas ramas acarician las orillas, y nos dejamos llevar por su imagen única; suspiramos encantados de ser acogidos por aquel lugar sagrado, donde no todos son admitidos. Y de repente el agua empieza a agitarse y en el centro del lago unas enormes burbujas preceden a la más maravillosa de las apariciones. Poco a poco, surgiendo de esas aguas encantadas, va apareciendo una figura. Es una mujer, es una joven diosa de ojos acuáticos vestida con las algas del lago y con una larga melena de agua que se derrama sobre ella como una cascada continua. Se acerca y nos ofrece un presente único, hecho para nosotros por los habitantes imposibles del fondo del lago. Es una esfera de cristal que contiene unos colores que no hemos visto jamás. Emocionados por semejante presente le damos las gracias y tomamos la esfera entre las manos temblorosas. Las lágrimas de nuestros ojos caen sobre el lago y de esta forma le pertenecemos para siempre.

        

1 comentario

Eva Lara -

GRACIAS, SARA, POR LA INSPIRACIÓN:

Una vez más se acerca callada, tan seria como de costumbre, con el rostro ensombrecido y los brazos lasos a ambos lados de su cuerpo menudo. Parece una muñeca, delicada y silenciosa, que acepta su suerte de ser de trapo.
Una vez más la veo sentarse a la orilla del lago, abandonarse a la tierra y suspirar; escucho con atención la cadencia de su aliento e imagino cómo sería ser tocado por ese aire cálido y dulce. Imaginar es todo cuando poseo, imaginar y observar, observarla cada día mientras se inclina como un junco sobre el agua. Espero ese momento como si cada vez fuera una despedida; tienen tanta tristeza sus ojos cuando su imagen se refleja en el agua quieta...
Hoy no ha llorado. He escudriñado en el negro de sus ojos abismales la presencia de esa lágrima retenida pero no he conseguido encontrarla. Quizá la haya echado de menos, brillante, redonda y perfecta, verla y casi sentirla precipitarse sobre el agua rompiendo la quietud de su superficie y fundiéndose con la transparencia del lago. En el momento en que su lágrima, única, salada, caía en el agua pasaba irremisiblemente a pertenecerme.
Hoy no ha llorado. La he visto descalzarse lentamente, ha hundido en la tierra de la orilla sus delicados pies blancos y un suave, lento, escalofrío al contacto con el agua fresca del lago la ha hecho cerrar los ojos cansados. Ha caminado muy despacio, casi ceremoniosamente, hacia mí, dejando que el lago toque y cure su cuerpo frágil de muñeca olvidada, sin detenerse siquiera cuando su cuerpo se ha visto rodeado por un margen insalvable de agua dulce.
Sé que ha sido la última vez que la vea acercarse en silencio a la orilla del lago, pero también sé que hoy, por primera y última vez, me ha visto al fin frente a ella. Lo sé porque sonrió antes de cerrar sus ojos, antes de caer, feliz, sobre mis brazos, antes de pertenecerme para siempre.