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Así en la tierra como en el cielo

EL ENCUENTRO

         Tenía frío, estaba temblando, miró al suelo y no vio sus pies, tenía las piernas envueltas en una espesa niebla que le llegaba a los tobillos, por eso andaba despacio, con mucha precaución, porque no sabía por donde iba. ¿Se había perdido? No, ella había querido venir a este lugar pero no sabía ni donde estaba ni como había llegado hasta allí. Levantó la cabeza del suelo y contempló lo que la rodeaba. Era un sitio extraño y difícilmente definible, parecía un inmenso hangar o el armazón desvencijado de una vieja estación de tren. Todo estaba a media luz, pero no podía precisar si amanecía o estaba anocheciendo porque la niebla que cubría el suelo también se extendía sobre el cielo de aquel lugar, lo que le confería un aspecto fantasmagórico.   Tenía miedo, aquella bruma espesa, la falta de luz, el frío, todo contribuía a asustarla y notaba como su corazón latía con fuerza y la respiración se aceleraba. ¿Qué hacía allí? Lo sensato sería buscar una salida y abandonar aquel lugar siniestro lo antes posible, pero sabía que tenía que hacer este viaje y llegar a aquel lugar desolado porque alguien la estaba esperando. Tenía una cita, aunque no sabía con quien. Por muy aterrorizada que estuviera tenía que seguir adelante, sabía que su encuentro era decisivo para ella y no podía marcharse.

      Siguió caminando despacio, tanteando el suelo con los pies y mirando a su alrededor por si podía distinguir algo. Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a aquella semioscuridad lechosa y la niebla que lo envolvía todo pareció diluirse lo suficiente como para que pudiera percibir lo que la rodeaba. Eran ruinas, o al menos eso le pareció en un principio. Estaba caminando entre edificios extraños, algunos parecían muy viejos, derruidos o derrumbados por el paso del tiempo, pero otros eran construcciones más recientes, aunque estaban sin terminar, solo quedaban las estructuras y los andamios. Entre medias surgían matojos raquíticos que crecían del suelo y arboles retorcidos y secos que seguían en pie pero que no parecían poseer vida alguna. Jamás hubiera imaginado, ni en sus más absurdas pesadillas, que existiera un lugar así. Solo dos palabras acudían a su mente para definir aquel sitio: desolación y devastación.  

       De pronto, el frío que la rodeaba se hizo más intenso y notó que no estaba sola. Allí había alguien y la estaba mirando. Fijó los ojos en todas direcciones pero no vio a nadie, aunque eso no disminuyó la sensación que tenía de estar siendo observada y desde muy cerca. Entonces, detrás de unas ruinas que se extendían a su derecha y tras uno de sus húmedos muros, notó como salía un extraño vaho y al prestar atención oyó una respiración fuerte y entrecortada. Allí se escondía lo que quiera que fuera, la presencia que ella sentía muy próxima. A pesar del terror que sentía consiguió hablar, aunque su voz sonó insegura y asustada.

         - ¿ Hay alguien ahí?

         No hubo respuesta pero al cabo de unos instantes oyó una risa estridente que le dejó helado el corazón. El sonido procedía de detrás del muro. No se había equivocado. Allí había alguien. Haciendo acopio de todas sus fuerzas comenzó a caminar despacio hacía aquel sitio de donde había surgido la terrorífica carcajada.

         - Yo de ti no seguiría avanzando.

         La frase sonó como un cuchillo cortante y frío. La voz que había emitido aquellas palabras era dura, profunda y rasgada pero ella pareció reconocer  algo familiar, un acento que le resultaba conocido. 

        - No sé que hago aquí ni quien eres tu, pero sé que me estás esperando.

        - ¿Cómo te has atrevido a venir hasta aquí?

         - No lo sé, tan solo tengo la certeza de que tenía que hacer este viaje para llegar a este lugar y hablar contigo.

         El ser escondido volvió a reírse y ella retrocedió asustada

         - Nunca pensé que tuvieras el valor suficiente para llegar tan lejos.

         -¿Entonces me conoces, sabes quien soy?

         - Mejor que tu misma.

         Ella notó que la voz perdía algo de intensidad y le resultó aun más familiar

         - Pero yo no tengo ni idea de quien eres tu, no te conozco, ni sé que lugar es este tan espantoso.

         - ¿Estás segura?

         Al oír aquella pregunta, la mujer volvió a mirar a su alrededor y esta vez notó que las ruinas que la rodeaban le parecían familiares. Se fijó más despacio y reconoció alguna de ellas.

         - No es posible – murmuró sorprendida – aquel edificio del fondo parece el colegio al que fui de pequeña y aquellas escaleras semiderruidas eran las que había en el instituto donde estudié de joven. Giró la cabeza y reconoció más y más lugares y entre ellos vio su habitación en la casa de sus padres, aunque solo quedaba de ella una pared ruinosa y la cama vieja y herrumbrosa.

         - ¡Dios mío! ¿Pero que sitio es este?

         La voz volvió a rugir

         - Es el mundo que tu has creado y donde yo he crecido.

         - ¿Quién eres tu? 

        - Soy una Bestia, tu Bestia, tu obra. Tu me has hecho con lo peor de ti misma, con todo aquello que siempre ocultaste, que no quisiste ver, que no deseabas arreglar porque te resultaba demasiado doloroso. Me has alimentado día tras día, año tras año con tu odio, con tu resentimiento, con tu cobardía y tu debilidad. En este mundo tan siniestro y que tan poco te gusta ibas dejando los desperdicios de tus frustraciones, el dolor de tus sueños rotos y con todo eso yo iba creciendo y haciéndome cada vez más fuerte. Llevo años recibiendo de ti todo lo que necesito para vivir y desarrollarme y ahora soy tan potente como tu y dentro de poco quizás te supere, porque tu debilidad me hace más poderosa, tu miedo me hace más valiente, tu odio me da más energía y tu dependencia me hace más libre.

         La mujer escuchaba estas palabras petrificada, no podía moverse, estaba oyendo aquella tremenda acusación y no podía rebatir ni un solo punto porque todo era cierto, la Bestia no mentía, le estaba diciendo la verdad y ella reconocía como auténticas cada una de sus palabras.

         - ¿No te gusta lo que estás oyendo? Ahora tienes que enfrentarte a mi, aquí no hay escapatoria posible. Este es un mundo donde no puedes engañarte ni engañar, donde no valen los trucos y donde las cosas no se pueden esconder o dejarlas para otro momento. Aquí solo estamos tu y yo, desnudas, sin nada y sin nadie más.

         La mujer vio como una sombra se arrastraba tras el muro y al cabo de unos instantes la Bestia se mostró ante ella. Lo que vio la dejó sin aliento. Aquella criatura era ella misma, tenía su cuerpo, su rostro, su cabello y en sus ojos se reflejaba todo el horror, la soledad, la amargura y el fracaso que ella había vivido y olvidado. Pero la Bestia lo recordaba , todo estaba presente en su interior, en el fuego que corroía sus entrañas. Al ver a aquel monstruo se vio a si misma y entonces comprendió muchas cosas. Supo que si no se enfrentaba y luchaba con ella acabaría saliendo de aquel lugar y llenaría de oscuridad y de terror el resto de lo que le quedara de vida y entonces habría ganado para siempre. 

        Aquella revelación hizo que las lagrimas acudieran a sus ojos. Comenzó a llorar y con cada lagrima vertida comenzó a aparecer en sus manos una cadena que poco a poco se fue haciendo cada vez más fuerte y más larga y ella reconoció el nombre de cada uno de los eslabones que la formaban, eran el valor, la fe, la tenacidad, el amor, la amistad, la capacidad para crear, la paciencia, el tesón, la esperanza...   

      Al ver aquella cadena resplandeciente la bestia comenzó a rugir llena de rencor y de odio y se abalanzó sobre la mujer, pero esta consiguió esquivarla de un salto y, poniéndose a su espalda, le tiró la cadena al cuello. Al instante la Bestia quedó atrapada e inmovilizada.

         La mujer contempló como la criatura se revolcaba en el suelo y daba aullidos de dolor que retumbaban en medio de aquel lugar húmedo y brumoso, que aprecia temblar con el horror de la Bestia.

         - Ahora ya no te temo y se como puedo vencerte.

         - ¡No pienses que has ganado! ¡No seas ilusa! – gritó la Bestia desde el suelo.

         Ella miró entristecida a aquel monstruo doliente

         - ¡No me compadezcas, eso no lo soporto! – y arrastrando la cadena volvió a esconderse tras el muro.

         La  mujer comenzó a caminar. Ahora sabia como salir de allí, de aquel mundo que también era el suyo. Ya no era la misma, había cambiado, se conocía y sabía quien era, y sobre todo sabía que no podría descansar jamás, que solo había ganado un batalla pero que la guerra continuaría hasta el fin de su vida. Se sintió cansada y vio ante si una luz cálida e intensa que le indicó que pronto saldría de aquella oscuridad malsana, pero antes de abandonar aquellas ruinas inmundas oyó, en la lejanía, la risa y el rugido de la Bestia. 

        - ¡Volverás por aquí! ¡Pronto tendrás que enfrentarte de nuevo conmigo y entonces ya veremos quien gana! ¡Jamás podrás matarme porque entonces desapareceríamos las dos para siempre! 

        Y con aquellas palabras resonando en sus oídos salió al exterior. 

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